Reseña/Opinión sobre el libro Una habitación propia por Virginia Woolf
Pasado un año de haber incursionado en el mundo de la teoría feminista y leer a numerosas compañeras que abordan el rol de lo femenino desde diversas problemáticas, surgió en mí la necesidad imperiosa de leer a Virginia Woolf. Frecuentemente citada por todas estas autoras contemporáneas, reconocí inmediatamente que estaba en deuda conmigo misma al no tener dentro de mi experiencia feminista sus reflexiones plasmadas en su célebre ensayo Una habitación propia.
Primero, me parece necesario poner en contexto a esta elocuente autora. Adeline Virginia Stephen, luego conocida como Virginia Woolf, fue una exponente literaria de la primera mitad del siglo XX. En una época en donde el discurso dominante era abiertamente androcentrista Virginia tuvo la lucidez para desarrollar inquietudes intelectuales por sobre por sobre las asignadas al rol de lo femenino, logrando destacar en una sociedad de dominio masculino. Debido a sus reflexiones en torno a las dificultades de las mujeres para el desarrollo intelectual, exponiendo las barrera que limitan a nuestro género con una mirada crítica que promueve el movimiento y la acción para un cambio de paradigma, hoy en día es reconocida como una figura emblemática del feminismo.
En este ensayo nos relata las reflexiones vinculadas a la preparación de una charla sobre la mujer y la novela dada a jóvenes estudiantes de una prestigiosa universidad de élite. En su búsqueda por llegar a una respuesta alentadora la conclusión aparentemente simplista contiene un trasfondo simbólico de relevancia inconmensurable:
Una mujer novelista requiere de una buena comida, un buen vino, una habitación propia y dinero en el bolsillo.
Con esto que pareciera incluso superficial y materialista, Virginia deja en manifiesto que esta condición, que podríamos dar por sentada, es un escenario de privilegio que muy pocas mujeres han conquistado a lo largo de la historia y que nos ubica en una situación poco favorable ante el género masculino al enfrentarnos al desarrollo intelectual de crear.
Así Virginia hace el paralelo entre los recursos invertidos a las escuelas superiores de hombres v/s las de mujeres, no solo destacando la brecha en términos académicos, reconocible en la posibilidad de accesos a bibliotecas, sino también en el entorno que los estimulan e incluso en los alimentos que los nutren: “una buena cena es muy importante para una buena charla. No se puede pensar bien, amar bien, dormir bien si no se ha cenado bien. La lámpara de la espina dorsal no se enciende” (p. 29).
Al observar estas diferencias abismales nos invita a preguntarnos ¿Por qué nuestras madres, abuelas y bisabuelas no invirtieron para nuestra educación? ¿Será acaso porque nunca tuvieron dinero propio para invertir en nuestro futuro?
“¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres bebían agua? ¿Por qué era un sexo tan próspero y el otro tan pobre? (p. 37)
“¿Por qué son pobres las mujeres?” (p. 41)
Con casi un siglo de distancia el cuestionamiento de Virginia sigue vigente y me parece aún más preocupante reconocer que la respuesta es igual de atingente en la actualidad: las mujeres solemos ser vistas por quienes hablan sobre nosotras. Mientras los hombres construyen su propia historia las mujeres hemos sido silenciadas, pero lo interesante es que no así ignoradas, todo lo contrario, mucho se ha dicho de nosotras. Se ha construido un imaginario de lo que es ser mujer desde la pluma de los hombre. Las consecuencias de esta problemática se ven reflejadas en la manera en que las mujeres somos valoradas en la sociedad.
Virginia nos cuenta cómo en este imaginario de lo femenino desde lo masculino, muchos hombres que han tratado de “dilucidar nuestros misterios” han incurrido en convertirnos por una parte, en seres mitológicos, como en el caso de la narrativa de ficción; y en seres incapaces e inferiores, por parte de los estudios académicos. Así, unos nos atribuyen cualidades y condiciones muy lejanas para ver en la realidad, mientras que otros se esforzaron en justificar en lenguaje científico su desprecio por el género femenino. A pesar de este contraste, en el mundo real las capacidades femeninas son subvaloradas y menospreciadas de forma generalizada, siendo una visión respaldada por autores de títulos tales como “La inferioridad mental, moral y física del sexo femenino” (p. 44) y afirmaciones que advierten que “cuando los niños dejen de ser deseables, la mujeres dejarán del todo de ser necesarias” (p. 150 cita de Mr. John langdon Davies)
En este sentido ¿cuál es el estímulo creativo que tiene la mujer si constantemente es sometida a tal denostación? La indignación, la cólera y la rabia. Y por otra parte ¿qué lleva a estos hombres a mirar por debajo a todo aquello que es distinto, incluyéndose? La misma rabia que genera el miedo de perder el poder. “Por eso tanto Napoleón como Mussolini insistieron tan marcadamente en la inferioridad de las mujeres, ya que si ella no fuera inferior, ellos cesarían de agrandarse. así queda en parte explicado que a menudo las mujeres sean imprescindibles a los hombres.” (p. 51)
Estas tensiones, evidentemente tienen un impacto en la capacidad creativa de una mujer, verse constantemente representada como un ser fantástico o como un ser inferior puede gestar un resentimiento importante que se agudiza por las grandes limitaciones que tienen las vidas de las mujeres. Virginia nos advierte de las problemáticas que surgen al aferrarnos a ese sentimiento en la escritura literaria, pudiendo significar el sacrificio de la novela.
La mujer construye literatura desde la autobiografía, defendiendo el lugar que buscan habitar y que históricamente se le ha negados; mientras, el hombre, construye literatura desde el lugar que siempre ha ocupado, desde el YO, posicionándose en el centro del interés. La propuesta de Virginia va dirigida a una escritura andrógina negando la división sexual en el espacio creativo:
“Escribir como una mujer, pero como una mujer que ha olvidado que es una mujer, de modo que sus páginas están llenas de esa curiosa cualidad sexual que sólo se logra cuando el sexo es inconsciente de sí mismo” (p. 126).
¿Podría una mujer haber escrito las grandes obras de Shakespeare? Virginia es categorial al negarlo. Y no por falta de capacidades sino más bien por falta de oportunidades, ya que la mujer del siglo XVI estaba recluida a los designios del padre o el marido, y las pocas que escribían solo tenían permitido la correspondencia. ¿Cómo hubiera podido ocurrir que una mujer llevará a acabo el impulso de escribir teatro sin un peso en el bolsillo, con la reputación mancillada al emanciparse y con todas las puertas cerradas de antemano por su condición de género?
Por último Virginia destaca la relevancia de poseer una habitación propia y dinero suficiente para generar un espacio que permita aflorar la creatividad. Las distracciones propias del rol de género vinculado a lo femenino, relacionadas al trabajo del hogar y la crianza de los hijos, impiden que puedan generar grandes obras maestras de la misma manera que un hombre, cuyo trabajo es ininterrumpido. De igual manera la dependencia económica de las mujeres las somete al servilismo manteniéndolas en dinámicas de dependencia: “quinientas libras signifiquen el poder de contemplar y un pestillo en la puerta el poder de pensar por sí mismo” (p. 144)
“El poeta pobre no tiene hoy en día, ni ha tenido durante los últimos doscientos años, la menor oportunidad […] la libertad intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. La mujer siempre ha sido pobre, no sólo durante doscientos años sino desde el principio de los tiempos” (p. 145)
Una habitación propia implica la posibilidad de contar con un espacio personal, en donde existe la posibilidad de nutrir nuestras mentes, contemplar nuestras vidas y construir nuestro futuro; un pestillo en la puerta nos permite tener control de dicho espacio y con ello de nuestras vidas; un trabajo que se nos remunera nos brinda independencia, la capacidad de trazar nuestro destino sin miramientos y tomar decisiones libremente. Tener un tiempo personal es un terreno que debemos defender y no permitir que se nos sea arrebatado porque es un espacio que no es del todo conquistado y por ello debemos luchar conservarlo.
Woolf, Virginia. Una habitación propia. Austral Singula