¿Cómo le haces para quererte cuando se te descompone un órgano?
A los 17 años me diagnosticaron una enfermedad crónico degenerativa llamada Diabetes Tipo 1 y mi vida cambió muchísimo. Tuve que aprender a inyectarme insulina, medirme la glucosa varias veces al día y medir cada cosa que me comía, al mismo tiempo que aprendía lo que significa ser adulta, definía mi escala de valores y tomaba decisiones sobre mi futuro profesional.
Los primeros 5 o 6 años después de mi diagnóstico no dejé que casi nadie supiera qué estaba pasando en mi vida; enfrenté sola muchos retos sobre el cuidado y manejo de mi diabetes porque me daba mucha vergüenza que la gente me viera enferma; apenas un par de personas sabían que tenía diabetes. No dejé que nadie cercano supiera cuáles eran las situaciones de riesgo, ni cómo intervenir en una emergencia, ni mucho menos cómo me afectaba en el día a día. Me escondía en el baño para medirme la glucosa e inyectarme insulina, era una persona extremadamente rígida y estaba aterrada de equivocarme.
No me di cuenta que tenía la idea de que yo era una carga para las demás personas por tener diabetes, y que sentía que me estaban haciendo un favor al convivir conmigo a pesar de mi enfermedad. Cuando contemplé usar una micro infusora de insulina me di cuenta que tenía pavor de que la gente se diera cuenta que estaba enferma. Traer un aparato a plena vista era confesarme descompuesta y me daba pavor, hasta ese momento acepté que tenía miedo a que otras personas supieran de mis “defectos”.
¿Cómo le di la vuelta?
En 2011 fui a un evento sobre las investigaciones para la cura de la diabetes y había muchas otras personas con diabetes que no tenían el menor reparo en medirse el azúcar frente a las demás, que usaban microinfusoras de insulina y medidores continuos, contaban los carbohidratos de lo que iban a comer y conversaban con una naturalidad que no me entraba en la cabeza. Fue un día tan abrumador como reparador. Lloré sin poder poner en palabras lo que sentía y me abrumaron muchas emociones. Cada persona en este evento tenía su propio camino, sus metas y sus sueños y la diabetes solo era una parte de ellos, no existían solo para sobrevivir a su diabetes, yo tampoco tenía porqué hacerlo. Entendí que tener diabetes no me hacía menos y me sentí normal por primera vez en muchos años.
Ahora entiendo que me había hecho mucha falta encontrar una comunidad con quien desahogarme y aprender, ver que la diabetes no te detiene de lograr todas tus metas y que allá afuera, la gente no me iba a ver con lástima por tener diabetes. Esto fue solo el inicio de una reconciliación con mi cuerpo, de aceptar que sí, estoy enferma, no hay cura, hay mucho trabajo que hacer pero también mucho por vivir y disfrutar. Que soy una persona plena y digna de querer, triunfar y admirar, no a pesar de mi diabetes sino con ella.
Ahora aprovecho cada oportunidad que tengo para compartir mis experiencias y retos con la diabetes para educar y hacer conciencia sobre lo que es vivir con diabetes y ya no me da pena, ni me siento menos ¡al contrario! me siento orgullosa de la persona que soy el día de hoy, a casi 14 años de mi diagnóstico. He aprendido a pedir ayuda, a compartir lo que significa vivir con diabetes con mis seres queridos y que soy alguien que vale mucho, tal cual.