¿Es acaso, tener o no tener hijes, la decisión más importante de la vida?
Es una cuestión compleja, porque nos han hecho creer que parte importante de nuestro rol como seres humanos es procrear. Y nos castigan enormemente cuando decimos “no quiero ser mamá” y más aún cuando alguien afirma que “no le gustan los niñes”.
Yo tomé la decisión de no tener hijes. Fue difícil, porque por años me imaginé siendo mamá, incluso había hecho el ejercicio de buscar nombres para las criaturas. Isabel y Santiago me parecían perfectos. Si bien jamás imaginé sus caras o algo más preciso de su existencia, me veía a los treinta y pico años, con al menos uno de ellos en mis brazos.
Pero fue pasando el tiempo y la idea de ser mamá se fue nublando, perdiendo fuerzas. Comencé a cuestionarme si el querer gestar y parir eran decisiones propias o heredadas. Fue tanta la presión a la que me auto-sometí, que, pasados muchos meses, logré darme cuenta de que la respuesta era simple, pero que escondía grandes dolores.
Cuando dije “No”, cuando lo verbalice, lloré mucho, y sin saber el origen de ese llanto, me pareció que algo en mi interior se estaba secando y encendiendo a la vez. Luego lo entendí, y fue un alivio saber que esas lágrimas no eran más que el reflejo de la desilusión que causaría en otros haber tomado la decisión de no “ser mamá” jamás. No puedo mentirles, fueron meses de una tristeza que no había vivido, me sentí apagada, desolada. Me fui “a negro”, como dicen, me sentí una mala hija, una vergüenza para mi clan, me abrumaba pensar en tener que responder el porqué de mi determinación. Fueron días en los que me sentía habitando mi cuerpo sin pagar renta, escondida, ajena a esa mujer fuerte y empoderada que intento ser.
Tener valor y nadar contra corriente
Y creo que esa sensación de estar soltándome de mí misma, de creer que mi decisión tenía poco valor porque pesaba más la del resto, hizo que me diera una bofetada de realidad que me devolvió a la tierra. En ese instante, sentí que muchas partes rotas se compactaron, y dieron forma a una nueva yo. Una mujer que habitaba lo propio, haciendo resistencia desde su libertad de elegir.
Comprendí que esta decisión no es más importante que otra, que tiene el mismo valor, porque es mía y para mí. Porque soy fiel a mis creencias y estoy trabajando a diario para derribar todo eso que me limita y no me permite vivir como quiero.
No podemos ir por la vida justificando cada decisión que tomemos, sobre todo si nos involucra como protagonistas. Tampoco tenemos derecho a cuestionar lo que otres quieren para sus vidas, obligándoles a creer que somos dueños de una verdad absoluta.
Que no se nos haga costumbre anularnos, creernos menos importantes, dejar que nuestros afectos nos manipulen y decidan por nosotres. Sea la decisión que sea, no permitas que pasen por encima de lo que crees, que destruyan lo que con esfuerzo levantaste.
Si quieres tener una vida con hijes o exenta de ellos, que sea tu decisión.
Sé libre, cree en ti y en tus convicciones. Que nadie te apague, bb.