“Positivo, positivo, positivo.”
Era todo lo que mi mente repetía en ese momento. Tenía en mis manos los resultados de mi prueba de VIH. Ni una sola palabra salía de mi boca pero si lágrimas brotando de mis ojos y ese sentimiento de culpabilidad entró a mi cuerpo. Muchas preguntas empezaron a desarrollarse en mi mente.”¿Por qué a mí?, ¿cómo le diré a mis padres que su única hija tiene este virus sin cura?, ¿me voy a morir?, ¿encontraré alguien que me quiera así?”. No sabía qué hacer. No sé en qué momento durante esos 5 minutos de shock, tomé las agallas para salir del baño e ir directamente al cuarto de mis padres y contarles mi situación. Yo esperaba regaños por su parte pero en su lugar… corrieron a abrazarme. “No estás sola, encontraremos la solución para esto. No te vas a morir.”, dijo mi padre. Sus palabras me trajeron tranquilidad por un instante pero de nuevo mi mente trajo esas preguntas indeseables que me carcomía cada segundo que pasaba. Procedí a llamar a mi ginecólogo y me comentó que debía de hacerme la prueba confirmatoria que es la Western Blot. La prueba Western Blot es una prueba que su único objetivo es buscar una proteina especifica en la muestra de sangre, en mi situacion buscar si contengo el VIH en mi sangre. Ese día mi madre lo único que me pidió fue que no buscara nada en Internet por el momento sobre ese tema. ¡Claro! Hice caso omiso y durante la noche me puse a buscar cada detalle sobre lo que es el VIH, sus síntomas y sus tratamientos. Al día siguiente, a primera hora, fuimos al hospital. Yo era un mar de lágrimas y todos me veían raro. Yo solo sentía que todo el mundo ya sabía que tenía VIH. El enfermero nos dijo a mis padres y a mí que en dos días tendríamos los resultados. Fueron los dos días maaaaaaaaaaaaaas largos en mi vida. El día que recibimos los resultados, estaba en clase y solo recibí la llamada de mi padre y madre. Procedí a salir del salón y contesté. Solo escuchaba el llanto de mi madre al otro lado del teléfono, yo ya pensaba lo peor hasta que mi padre dijo, “Estás libre.”. Fueron esas palabras que me trajeron el alma de vuelta a mi cuerpo. Era solo un falso positivo. Primera prueba: pasada.
Ese mismo día, recibí la llamada de mi ginecólogo. Me comentó que estaba revisando mis pruebas del Virus del Papiloma Humano y vio algo raro y debía ir a su consultorio para revisar. En cuestión de horas ya estaba en su consultorio. Estaba ansiosa. Solo me preguntaba de nuevo, “¿Por que a mí?, ¿sí me cuidé correctamente?”. Ahí es cuando comprendí que realmente nunca había recibido una educación sexual apropiada. No trato de culpar a nadie más por mis acciones pero, en realidad, me adentre al mundo de la sexualidad sin tener conocimiento alguno sobre ese tema y tomé decisiones muy a la ligera. Cuando entré al consultorio, el doctor fue directamente al grano y me comentó que tenía el Virus del Papiloma Humano (VPH), me comentó sus riesgos y sus tratamientos. Cuando me estaba informando sobre todo esto, lo único que se me quedó fue que es un virus que no lo puedes erradicar de tu cuerpo pero lo puedes “dormir”. Claro, tuvieron que hacerme mas pruebas para conocer el nivel de riesgo de mí virus. Cuando me informaron que era de alto grado, me entró el miedo de nuevo. ¿Qué pasará conmigo? El VPH de alto riesgo, a largo plazo, puede causar cáncer de cuello de útero. Por lo que era de suma importancia someterme a un tratamiento lo más pronto posible, el doctor me informó sobre los diversos tratamientos que hay para poder “dormir” al virus y que debía de cuidarme mucho para que no se activara nuevamente.
Semanas después ya me encontraba recostada en una camilla en el consultorio de mi ginecólogo para realizar mi tratamiento para poder “dormir” el VPH, lo cual consistió en la conización cervical. Este tratamiento consiste en una pequeña operación en el área afectada y extirpar la herida del VPH en forma de “cono”. Es una operación que dura 15 minutos a lo mucho, es indolora. Salí del consultorio sonriente pero eso no significaba que estaba feliz. Sabía que mi vida no sería la misma de antes…
Por supuesto que al principio fue difícil aceptarme. Mi cuerpo ya no era el mismo. Por las noches no podía dormir. Tenía miedo de tener relaciones sexuales. Tenía miedo de los hombres. Tenía miedo de mí y lo que mi cuerpo podía transmitir a otras personas. Tenía miedo de hablarlo.
Pasaron dos meses después de mi tratamiento hasta que un día, tras rechazar otro hombre, me dije a mí misma que no podía seguir así. No podía vivir mi vida con miedo. Debía informarme mas sobre este tema. Y no era por el hecho que no fuera a conocer el amor de mi vida, ¡todo esto lo estaba haciendo para mí! Ahí es cuando puse manos a la obra, empecé a seguir blogs sobre el tema del VPH, comencé a hablar con expertos en el tema, comencé a educarme sobre la sexualidad, ¡hasta mi papá me refirió con una infectóloga para resolver cada duda que tenía! Estaba feliz de poder conocer más sobre el tema y no encerrarme y no denominarme como una persona portadora de VPH.
Soy una persona común y corriente que puede vivir su vida sexual como cualquier otra persona. Que merezco quererme y cuidarme, y no tratarme menos porque padezco esto. Yo soy digna de querer. Gracias a mi investigación, en el camino fui conociendo a personas que estaban en la misma situación que yo y entendí que no estoy sola, que estábamos para apoyarnos. Mi mente hizo un giro de 180º. Decidí que esta información valiosa que estaba en mis manos, no debía quedarse solamente en mis manos, sino darla a conocer a más personas. Decidí crear un mini blog para informar sobre la educación sexual, claro, todo basado en información de los expertos. Dar la confianza a las personas que yo también puedo apoyarlos y darles a conocer que no están solos. La verdad no esperaba una respuesta tan positiva por parte de mi comunidad, y me di cuenta que el tema de la educación sexual es algo que se tiene que hablar y no ser visto como un tabú. No más. Es tiempo que nosotros hagamos ese cambio, y ese tiempo es AHORA.
Tras el susto del VIH y descubrir que soy portadora de VPH, he cambiado mi perspectiva de la vida. Me pongo en primer plano. Trato no preocuparme por el que dirán y qué piensa la gente, y preocuparme por mi salud y cómo puedo yo ayudar a las persona que viven la misma situación que yo. Informarme y estar consciente sobre los riesgos que conllevan las relaciones sexuales pero no “frikearse” sobre esto. Aprendí mucho en este camino, pero también me di cuenta que cuento con el apoyo incondicional de mis padres, a quienes agradezco TODA mi vida. Creo que sin ellos, mi panorama sería muy diferente a como lo es hoy. Creo que debo de agradecer a ese “falso positivo” por cambiar esa perspectiva tan materialista que tenía sobre mi vida. He aprendido a ser más agradecida y resiliente ante las situaciones que se me presentan. Así que… gracias falso positivo.
Dedicado a mis padres.