Te voy a confesar algo. Uno de los mayores temas de las mujeres cuando vamos a terapia es que estamos cargadas de innumerables voces que no nos pertenecen. Son nuestros padres, parejas, mandatos sociales, amigos, jefes y otros a los que les hemos adjudicado más peso que a nuestra propia voz, y que terminan hablando por nosotras. “Es que no soy tan buena”, “Es que me falta mucho”, “Es que dicen que soy X”, “Es que…”, “Es que…”, “Es que…”. Como si fuesen verdades absolutas, pero que en realidad han sido definidas por otros sobre nosotras.
Nos han enseñaron a asumir los mandatos de otros y creer que lo que ellos dicen es lo válido y real, siempre con la idea de que cada impulso o decisión que tenemos debemos “cuidarnos” de sus consecuencias. Como si no estuviésemos habilitadas para crear nuestra propia valía. Esto no partió con tu vida, ha sido la historia de las mujeres a lo largo de los años.
Pero te cuento otro secreto: Ninguna de esas voces son reales, son fantasmas llenos de fantasías y miedos que hemos avalado a lo largo de la historia por no sentirnos aceptadas o queridas por otros. Y para poder ser amadas hemos dejado nuestra voz a manos de ellos y nos amoldamos a las peticiones de otros, para no correr el riesgo de ser evaluadas, desaprobadas y descartadas. Pero, hey, eso solo es miedo a la desaprobación y abandono. Es verdad que muchas de nosotras hemos crecido con la sensación de “no ser suficiente”, también es verdad que hay muchas nos han otorgado adjetivos dañinos como “gorda”, “fea”, “loca”, “tonta”, “floja”, etc. Todas estas palabras y más, han sido encarnadas en la voz de otros, las cuales han dejado en nosotras la huella del daño y del rechazo.
¿Qué pasaría si escuchas tu voz?
Valerosa, pero, ¿si por un momento apartas la voz de quién te califico y rechazó? ¿Y si luego le haces caso a tu voz? De seguro seríamos libres. Libres de esperar eternamente la aceptación del otro, de tener que amoldarnos a los demás, libres para ser del color que queramos, decir lo que queramos y vivir como queramos. Una posición donde ya no le tememos al rechazo y vivimos llenas de nuestra propia aceptación. Esa libertad irradiará a los otros y ya no se sentirían con el deseo de decirnos como ser, porque nosotras avalaríamos lo que somos sin requerir de la constante aprobación. Seríamos amadas por lo que somos y no por lo que “deberíamos ser”, llenas de autenticidad y magia.
Al escucharte saldría tu llanto acumulado, saldría tu propio valor, ese que te demostró que eras capaz de levantarte una y mil veces. Saldría esa fuerza que te hizo soñar y lograr lo que nadie esperaba de ti. Saldría esa rebeldía por gritar/cantar/moverte/vestirte como te nace. Saldría tu cuerpo amado, sin críticas sobre el espejo, porque sabrías que gracias él moviste el mundo.
El día que escuches tu voz, escucharás a uno de los seres más sabios y maravillosos que conociste en tu vida… ¡Tú misma!
Y déjame contarte un último secreto. Hay una, solo una persona con la que despertarás y dormirás toda tu vida, sea como seas. Solo habrá una persona en la vida con la que convivirás todo el resto de tu vida… ¡TU MISMA! Entonces, procura al menos escuchar y amar esa voz.
¿Y tú querida Valerosa? ¿Qué dice tu voz sobre ti?