Reseña/Opinión sobre el libro escrito por Marcela Lagarde
Desde que tengo recuerdo soñaba con enamorarme, ser amada y amar, el imaginario del amor se convirtió en un elemento omnipresente; estaba en todas partes, en las películas, la televisión, las canciones y las novelas: “Love is in the air”. Todas las grandes cosas ocurrían en pos del amor. ¿Cómo no creer, que en definitiva, somos seres del amor y para el amor? Claro está que esta educación nunca fue transversal, mientras yo validaba mi futuro de la mano de un otro, ellos eran educados para validarse por sí mismos y desde sus propios logros.
Marcela Lagarde en su libro “Claves feministas para la negociación en el amor”, realiza un estudio teórico, histórico y actual de las implicancias del concepto de “amor” en la construcción de la feminidad y su vinculación con la idea de éxito en la vida de las mujeres. De esta manera, analiza el amor a lo largo de la historia develando las diversas prácticas represivas justificadas en el amar mientras propone la deconstrucción de la tradición patriarcal en la colonización del amor femenino y su apropiación, priorizando la libertad propia y la autovaloración para la construcción de una relación en igualdad.
Sinome de Beauvoir dijo: “No se nace mujer, llega una a serlo”.
A partir de nuestra sexualidad aprendemos los contenidos de género que se nos asignan; La manera en que nos relacionamos en el amor es uno de nuestros roles impuestos socialmente.
¿Y que problema habría con poner el amor en el centro de nuestro universo? En que han pasado por alto enseñarnos la noción más importante del amor: El amor propio.
En el amor griego ocurre la idealización del ser amado; en el amor cristiano aparece el concepto de sacrificio y postergación; en el amor romántico la pasión, el dolor y la tragedia; en el amor burgués la sumisión y la propiedad; y en el amor victoriano la cosificación en pos de la reproducción. Todas estas construcciones del amor la autora las conjuga en el concepto de amor tradicional muy contraria a la idea de amor desde la libertad personal, propuesto por Virginia Woolf, y que será la base del concepto de amor moderno.
Pero la verdad de las cosas es que las contemporáneas somos sincréticas ante estos dos conceptos; es decir, “somos el producto de una construcción de género tradicional y, al mismo tiempo, el producto de una nueva construcción de género” (p. 16). El amor tradicional y el amor moderno, viven y conviven en nuestro imaginario en mayor o menor medida.
Sin duda esta realidad es innegable y, ante todo, reconocible en el minuto en que notamos, por ejemplo, cómo genera mayor alegría y entusiasmo entre nuestras amistades y cercanos, que les demos la noticia de haber encontrado un novio o contraer un compromiso matrimonial vs. la idea de adquirir un título, un trabajo nuevo o la realización de un viaje soñado. Pareciera que la idea de vincularnos a otro (en una relación heteronormada) nos dará la seguridad y la aceptación social necesaria para nuestra tranquilidad: ya no estaremos solas.
La soledad será otra de las trampas asociadas al amor o más bien, la falta de amor. Estar solas, envejecer solas, morir solas. La caricatura de la mujer anciana y malhumorada, muy excéntrica y desaseada, rodeada de miles de gatos es similar a la figura del Cuco para los niños. Esta caricatura pasa por alto el sin fin de posibilidades que tenemos de generara vínculos como el desarrollo de amistades, hermandades, y en otros ámbitos el disfrute de las actividades que nos satisfacen y la posibilidad de descubrir pasiones por nosotras mismas; conocernos como individuas. En otras palabras, se nos niega la posibilidad de MADURAR. “Para perder el miedo al abandono, lo único que tenemos que hacer es asumir que somos adultas y no bebes de crianza” (p. 39).
Lagarde desenmascara la tragedia del amor tradicional, todos los conceptos de amor idealizado se derrumban y se presentan como lo que son, la trampa perfecta de control y sumisión:
“La idea del amor eterno, monógamo, exclusivo, la idea de ‘el amor de mi vida’ es perversa” (p.50).
Y entonces ¿qué se hace cuando descubrimos que el amor nunca fue amor? La propuesta es construir nuevas formas de amar, a través de la deconstrucción del amor como subordinación y dominio.
“El patriarcado ha muerto, a la subjetividad de cada una: el patriarcado vive en mí, si yo lo alimento en mis fantasías. Esto significa que el primer territorio a expropiarle al patriarcado es nuestra propia subjetividad. Ésta es una política feminista del amor. ¿Cómo expropiar al patriarcado de mi subjetividad? Apropiándomela ¿Cómo? No haciéndole el juego a los mitos patriarcales, que me hacen un daño terrible a mí, y colectivamente se lo hacen a muchas mujeres” (p. 72).